En el actual mercadeo naif asistimos
a un modelo unitario de crianza basado en una mezcla indistinta de referentes
tales como la Pedagogía Waldorf, Montessori , los métodos para hacer dormir al
niño del tirón toda la noche o la negativa a las vacunas. Un modelo que mucha
gente no duda en tildarlos de educación alternativa. Una propuesta interesante
sería más bien ser riguroso y utilizar
la definición de alternativas a la educación, puesto que ese batido de
propuestas que cada cual mezcla a su antojo y que luego alardea ante su
comunidad, no es sino una clara manera de ocultar la dificultad en la crianza y
muchas veces está bien alejado de lo que es la propia educación.
En generaciones anteriores la infancia era una
cuestión comunitaria, y por ende la crianza, pero en el actual capitalismo
neoliberal que promueve el individualismo por encima de cualquier otra cosa, la
crianza ya no es una cuestión comunitaria, sino del ámbito de cada casa. Así
pues, las más variadas y pintorescas propuestas entran en estas casas a través
de la tecnología, y las familias configuran su puzzle ante la incapacidad de
recurrir a la comunidad como modelo o ayuda. Esto pone de manifiesto una de las
características diferenciales de esta generación actual: la falta de sentido de
pertenencia comunal. El peligro que supone esto es la ausencia de valores
basados en el respeto, la solidaridad o la empatía. Síntomas de esta ausencia
son las dependencias hospitalarias que ven desbordados sus programas para adolescentes con conductas
asociales, fruto de lo comentado.
Así pues, la falta de esta
pertenencia está generando un modelo de crianza y por consiguiente, de persona
muy en la línea de lo que está demandando el capitalismo en lo que Bauman
llamaría vida de consumo.