jueves, 12 de septiembre de 2019

Carta a los alumnos de F.P.



Ya de entrada me cuesta decidir entre si pongo alumnos como genérico, alumnas o alumn@s más que nada por la cantidad de ruido que se cuela en esta época de modernidad líquida al más puro estilo Bauman, en donde la izquierda más naif y cutre deshace los referentes y las referencias colectivas a cambio de seguir extendiendo sus propuestas bajas en azúcar y de cero calorías, también de cero contenido crítico y reflexivo. No me hagáis mucho caso, os llamaré alumn@s y disculpadme si se me escapa otra referencia, lo importante es que esta misiva va dirigida a todos aquellos con los que compartí un curso casi completo de Formación Profesional.

Ante todo, agradeceros vuestra enorme capacidad de adaptación a los cambios en vuestro itinerario formativo. El sistema desarrolla una serie de perversiones que acabáis sufriendo.

Recuerdo entrar al aula y respirar el oxígeno de los que expectantes estabais allí esperando que comenzara algo, no sabíais bien el qué pero que comenzase algo al fin. No sé bien por dónde comencé pero fue el inicio de unos meses en donde sentí, tras años de pérdida de fe, que merecía de nuevo la pena compartir experiencias y construir nuevos caminos con la base del aprendizaje mutuo con grupos de trabajo que mostraban todo su empeño en tirar pa’lante.

Allí estaban las currantes de las residencias geriátricas que cada mañana acompañaban a la gente mayor en su día a día, que luego por la tarde se sentaban a escucharme, con la cabeza abierta y el pecho vibrante, y que preguntaban o asentían, pero siempre con las ganas y el ahínco de aprender, de ESTAR presente.

También estaban aquellos que no sabían bien de qué nave habían caído, quizá porque esa nave, la de su vida, nunca la habían capitaneado ellos mismos y ahora se atreven a coger los mandos, aunque el rumbo sea incierto. No menos era la atención y las ganas que ponían en entender qué pasaba en el aula, aunque en algunas ocasiones tuviesen que estar más pendientes de los mandos de esa nave.

No puedo olvidarme de las “Rosalías”, que con los pies encima de la mesa y su mirada retadora, buscaban la atención que nunca habían tenido. Gracias por vuestra valentía, autenticidad y salero. Hay tanto que aprender de la gente auténtica…

Y yo, entre todas esas miradas, asumiendo mi papel y recuperando la fe perdida en la educación. No negaré que tuve que contener muchas banalidades institucionales para que no generasen excesivo ruido en nuestra relación, también era mi papel. Pero ante todo, recuperé aquello por lo que siempre he luchado contra la mediocridad que vive esta profesión. Quizá me lié, os lié, o nos liamos pero supimos desenredarnos porque no es fácil en esta cultura del cansancio, como apuntaba Byung_Chul Han, ser alguien auténtico que no se enmarañe en los ruidos que provoca la sociedad naif actual.

Ahora desde la distancia y con el corazón más engrandecido, os recuerdo y espero que podáis mostrar la pasta de la que estáis hechos independientemente de quien tengáis delante, para mí fue un regalo. Porque imagino que no debe ser fácil adivinar las tretas institucionales de las que sois víctimas y seguir caminando, imagino la neurosis que provoca. Y aún así seguís defendiendo vuestro deseo de atender a las personas en situación de dependencia o de integrar de nuevo al sistema a los outsiders…eso es valentía.

No me quiero despedir sin reconocer que también me siento cómplice en esa neurosis en donde el loco sistema me tiene muchas veces no el  corazón en vilo sino mi vida pendiente de un hilo. La canción ya lo decía hace varias décadas: “son malos tiempos para la lírica…” Y yo soy un romántico. Aún así trato de recordar las maravillosas palabras de Benedetti donde decía que hay que “defender la alegría como una trinchera.”

No sé si estas palabras llegarán a vuestros ojos, aún así….gracias.

Un abrazo



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Resposabilidad 0

Me siento aturdido ante tanta hipocresía que maman nuestros alumnos, hijos, sobrinos, nietos... Las aulas están llenas de personas que me mu...