lunes, 13 de febrero de 2023

La envidia profesional existe y es la cara oculta de la admiración. He admirado a muchos compañeros y compañeras, maestros y maestras, de las que he aprendido tantas cosas...Y he utilizado muchas veces sus estrategias para adornarlas y darles mi propia firma. He aprendido a vincularme, a expresarme, a moverme por el aula, a compartir referentes teóricos y aplicar dichas teorías. 

Pero la cara oculta es aquella en donde la admiración da paso a la envidia profesional, tan dañina y creadora de conflictos donde no los hay. Soy partidario de que en este gremio, así como en otros que se dedican al trato con el otro ya sea desde lo educativo, social o asistencial, los profesionales lleven a cabo un seguimiento terapéutico personal.  De lo contrario, los "profesionales" caen en identificaciones proyectivas con el alumnado, necesidad de ayuda que refleja la propia incapacidad de desarrollo personal e incluso en el asistencialismo más depurado.

Lamentablemente, estas personas no son constructivas, sus aportaciones pretenden ocultar la incapacidad de mantener el silencio o la contemplación, y exponen su inmadurez profesional.

Todos hemos sido aprendices, al más puro estilo de Sennett, quien reivindicaba en su obra El artesano, que no ser capaz de expresar con palabras las propias habilidades no supone un rasgo de incapacidad, sino una constatación de la complejidad de la tarea. Pero lo que estamos viviendo en el terreno educativo nada tiene que ver con Sennett, sobre todo porque aquellos que no consideran la educación como un arte y una artesanía del acompañamiento, nunca callan y se acogen a la normativa como clavo ardiendo salvador.





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