sábado, 6 de febrero de 2021

Viejos problemas, vagas propuestas

 Cayó en mis manos hace unos días un texto de G. Luri, La escuela contra el mundo, donde en un pasaje comenta que los sistemas educativos en la mayoría de países occidentales, se dejan cautivar con asombrosa facilidad por supuestas grandes ideas que pronto se demuestra que no son más que recetas bien vestidas que prometen solucionar viejos problemas. Argumenta además que no hay recetas milagrosas capaces de sustituir el trabajo intenso, prolongado y entusiasta dirigido por una concepción clara de la educción.

Es constante el torrente de recetas que acuden a sofocar los agobios de profesorado que lidian con una realidad cambiante y gaseosa. Mindfulness, control emocional, y muchas otras propuestas que se convierten en un manantial para apaciguar la sed que provoca el esfuerzo diario en las aulas. Mientras, el currículo sigue su curso y los docentes tratan de incorporar  este recetario a su drama diario. Y hablo de drama porque aquel modelo de docente que se centra en los contenidos como su única hoja de ruta cotidiana, -¡qué lástima!- comienza sus días sufriendo y no sintiéndose agradecido de lo que tiene delante.

Tampoco ayuda un sistema que premia aquellos que se comportan como gestores educativos, donde lo propio de ser niño o adolescente se convierte en molesto y obstaculiza la consecución de los objetivos que llevará a integrar los contenidos con una acertada  metodología que nos conducirá a unos resultados evaluables y medibles. Y yo pensaba que estábamos en el S.XXI...



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